La Esclerosis Múltiple se manifiesta de distinta forma en cada persona, tanto en el tipo de síntomas que presenta como en la evolución que sigue la propia enfermedad.
El tipo más frecuente, que afecta al 85 % de los pacientes, es la EM recurrente-remitente (EMRR). Alterna períodos en los que aparecen nuevas lesiones junto con los síntomas (brotes), con etapas de remisión. En estas etapas en las que no se presentan brotes puede haber una remisión parcial de los síntomas e incluso una recuperación total, permaneciendo inactiva durante meses o años.
Cuando la EM avanza, en muchos pacientes cambia a una fase secundaria-progresiva, en la que no aparecen brotes y la discapacidad progresa lentamente.
Durante estos períodos en los que no tenemos síntomas, podemos llegar a pensar que no necesitamos seguir tomando el tratamiento habitual, pero a continuación te explicamos por qué es una mala decisión, a no ser que te lo recomiende tu médico.
Debemos tener en cuenta que la EM es una enfermedad para la que aún no existe cura y que los tratamientos tienen dos objetivos principales:
Por eso es importante que se tomen de forma continuada, ya que evitarán que la enfermedad progrese.
Al presentar esta evolución constante, hemos de considerar la EM como una enfermedad crónica. Si dejamos de tomar los medicamentos que la enlentecen, podemos tener los siguientes problemas:
El tratamiento para la EM debería mantenerse de manera crónica, sin suspenderlo durante la fase remitente-recurrente, ya que previene nuevos brotes y enlentece la progresión de la enfermedad.
Fecha de publicación: 05/2019
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