El diagnóstico de esclerosis múltiple (EM) es tres veces más frecuente en las mujeres que en los hombres. Sin embargo, la evolución de la enfermedad suele ser similar en ambos sexos.
En una revisión reciente (Airas, 2015), se planteó la posibilidad de que existan ciertas diferencias en la severidad con la que la enfermedad se manifiesta en cada género. Así, los hombres podrían tener un mayor riesgo de desarrollar EM primaria progresiva, una tendencia mayor a una evolución rápida de la neurodegeneración y peores síntomas cognitivos. En esta revisión también se menciona la posibilidad de que los varones sean más propensos a desarrollar neuritis óptica.
En este sentido, la hipótesis de base es que los estrógenos pueden tener un cierto carácter neuroprotector.
Por otro lado, esta divergencia parece diluirse en casos de diagnóstico tardío (a partir de los 50 años), en los que las mujeres ya han pasado la menopausia, lo cual tendría sentido si se confirmarse que la base de las diferencias es principalmente hormonal. El efecto de las hormonas sexuales es un campo de estudio que está concentrando mucho interés.
También se ha planteado la posible influencia de factores genéticos y ambientales (Voskuhl and Gold, 2012). Un ejemplo de estos últimos estaría en la distinta respuesta del organismo ante la vitamina D, que parece ser un modulador más eficaz del sistema inmunitario en las mujeres que en los hombres.
Hasta que la causa de estas diferencias termine de despejarse, podemos decir que un aspecto bien conocido en cuanto a cómo se manifiestan los síntomas es el ámbito sexual. Aunque se le suele dar una importancia secundaria, más de la mitad de los varones con EM sufren de disfunción eréctil, dificultades para alcanzar el orgasmo y pérdida del deseo sexual, todo lo cual desencadena problemas de autoestima y repercute en la calidad de vida.
La dificultad añadida es que suele ser un aspecto que no se discute con los profesionales sanitarios por vergüenza. Sin embargo, en ello está la clave para diferenciar la causa del problema, ya que este puede ser el resultado de problemas físicos vinculados a la enfermedad, a la medicación o a aspectos emocionales.
Al igual que ocurre con las mujeres –quienes también sufren desarreglos en este ámbito–, los síntomas que más suelen interferir en la salud sexual de los hombres con esclerosis múltiple son los problemas de vejiga, la fatiga, la espasticidad o la depresión.
Por otro lado, también es posible que se encuentren dañadas las vías nerviosas que controlan las respuestas sexuales. Incluso, puede que los problemas no estén asociados a la EM y se deban a otros factores. Por todo ello es importante plantearlo en consulta para buscar soluciones a cada caso particular.
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