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Familia explorando en el bosque

Cuando pensamos en vacaciones, es posible que el diagnóstico de esclerosis múltiple (EM) suponga un freno a la hora de planear una escapada. Sin embargo, viajar es algo que una persona con EM puede permitirse si se organiza bien y tiene en cuenta algunas cosas.

Cuando elegimos un destino, pensamos sobre todo en el contexto del viaje y en nuestra condición física, pero no tanto en los ajustes que podemos hacer en nuestra rutina para tener las vacaciones perfectas.

Es importante marcarse pautas valorando nuestra condición física para que la fatiga no nos impida disfrutar. También debemos buscar lugares de alojamiento y visita en los que existan las adaptaciones y los apoyos o sistemas de desplazamiento que podamos necesitar; de esta manera estaremos seguros de poder seguir el ritmo. En el mismo sentido, debemos planear los tiempos de descanso entre las actividades.

Otro aspecto sustancial a la hora de viajar son los requisitos para llevar con nosotros la medicación que necesitaremos y las recetas e informes médicos que deban acompañarlos. Si estamos siguiendo un tratamiento es esencial que no lo interrumpamos durante el viaje por descuido o desgana.

Si por el contrario pensamos pasar las vacaciones en casa, la planificación del descanso será más sencilla, aunque igualmente habrá que vigilar los cambios de horario, los excesos y los efectos indeseados del calor.

Mantener el ritmo y la forma es un aspecto esencial para la salud de las personas con EM. No obstante, con la llegada del verano, practicar ejercicio físico se hace menos apetecible y conlleva riesgos asociados a la sensibilidad al calor. Algo que podemos hacer al respecto es evitar las horas más calurosas del día y programar nuestros ejercicios para el amanecer o el atardecer. Además, usar trucos como enfriarnos las extremidades con agua o usar ropa muy ligera y transpirable nos pueden ayudar a mantener la rutina física sin complicaciones.

Mantenernos hidratados es otro aspecto básico que debemos tener muy en cuenta en verano, especialmente si sufrimos algún desarreglo intestinal causado por un viaje o por el exceso de calor.

Finalmente, sabemos que los cambios en la rutina pueden desencadenar un brote aunque lo habitual es que si llega a producirse no se prolongue más de 24 horas. Si lo hace, deberemos tener un plan de emergencia como un seguro médico de viaje para acudir a consulta si fuera necesario.

Además, es positivo que nuestro equipo médico habitual conozca nuestro plan y que tengamos al día los chequeos correspondientes antes de tomarnos ese tiempo de relax. También nos puede venir bien recibir asesoramiento de un terapeuta ocupacional para obtener consejos sobre la mejor manera de afrontar los cambios vacacionales.

En cualquier caso, nadie mejor que nosotros mismos conoce nuestro estado y necesidades para organizar un plan vacacional adecuado… Solo hay que preparar los detalles con tanto mimo e ilusión como los que ponemos al preparar la maleta.

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